¡Hola, hola, hola!
(me acordé de Effie diciendo "Welcome, welcome welcome!"). Recuerdo que una vez publiqué una cosa que escribí, y les dije que tal vez se repita y este es el momento. Yo soy tributo, y esto es una pequeña fanfic que escribí.
LES AVISO DESDE AHORA, PORQUE EL QUE AVISA NO TRAICIONA, QUE TIENE SPOILERS DE "EN LLAMAS" Y "SINSAJO". SPOILERS DESGARRADORES(? PERO BUENO. NO SÉ, ESO LO TENÍAN QUE SABER.
Espero que les guste :D
SI USAN TODO, O PARTE, DEL TEXTO, DENME CRÉDITOS PORQUE ME COSTÓ ARMARLO. USAN ESTE LINK, O EL DE CUALQUIERA DE MIS REDES (ESPECIFICADAS EN EL BLOG), O ME MENCIONAN EN TWITTER (@iGottaFlyAway)*P/D: Todos, exactamente TODOS los personajes, a excepción de uno solo (James), fueron creados por Suzzane Collins. La historia está relacionada, y se basa en algunos hechos del libro y/o película. La mayoría del contenido salió de mi imaginación*
Otro año, otra cosecha, otros veinticuatro tributos, otras veintitrés
muertes inútiles y evitables.
Me arreglé para la ocasión. Me puse el vestido, dejé mi cabello suelto y
marché hacia el edificio de justicia.
Al llegar, nervios era todo lo que podía sentir. No había lugar para sentir
otra cosa.
Escuché fuerte y claro el nombre pronunciado. Como si lo hubiesen dicho al lado
mío.
–Annie Cresta.
Me dirigí hacia el escenario y ya no escuché mas nada, no vi más nada hasta que
vi a mi familia por última vez antes de partir a una muerte casi segura.
En el tren conocí a Mags, quien iba a ser mi mentora, Finnick, quien iba a ser
el mentor de mi compañero y James, mi compañero. Empezamos a hablar de
estrategias en ese instante. Era incómodo escucharlos hablar cómodamente,
mientras yo me consideraba muerta.
Prestaba atención mientras decían que era complicado, que debíamos aferrarnos a
lo que sabíamos utilizar y potenciarlo, y, además, aprender a manejar muy bien
lo desconocido.
Una vez en el Capitolio, entre debates de cómo sería la arena y
entrenamientos, logré hacer amistad con mi entorno. Mientras estábamos en
nuestro piso, entre comidas tratábamos de mencionar cosas de nuestro distrito,
y así tenerlo siempre en la memoria.
La peor noche fue la primera. Una vez que llegamos, no podía parar de llorar,
creí que era imposible que tantas lágrimas salgan de una sola persona.
Extrañaba a mis amigos, a mi familia, mi entorno, mi todo. El piso era lindo,
pero no se comparaba con mi casa, mi habitación, mi familia. Esa primera
noche, luego de la cena, fui a la habitación a tratar de dormir. Fue inútil. No
dejaba de pensar en mi gente, en los que estaban en mi distrito. Las lágrimas
no tardaron en salir. Creí estar sola hasta que escuché su voz.
–¿Problemas para dormir?
Me di vuelta rápidamente y encontré a Finnick observándome desde la puerta.
–Tranquila, es normal extrañar tu casa. –dijo adentrándose a la habitación.
Se dirigió hacia la cama, observándome. Me senté mientras me secaba las
lágrimas y le dejé el espacio para que se siente.
–Ya se va a pasar.
–Es fácil decirlo cuando sabés que vas a regresar con tu gente. Yo sé que no
los voy a volver a ver.
–Pasé por tu situación, sé lo que se siente. Tenés que confiar en vos misma, y
así vas a pasar.
–¿Y si nadie me patrocina? Vos tenías la belleza y carisma para que la gente te
dé las cosas, yo no poseo nada de eso.
–Tenés lo necesario para que te patrocinen, menos una cosa.
–¿Qué es?
–La confianza en vos misma. Cuando consigas eso, vas a conseguir todos los
patrocinadores que quieras y necesites.
Lo miré fijo. Era más bello bajo la poca luz que iluminaba la habitación. Sus
ojos verdes eran más oscuros que lo normal.
–No puedo hacerlo. No soy buena con las armas.
–No olvides tu casa, el Distrito 4, la pesca es lo nuestro. Tal vez encuentres
un tridente, o consigas uno...
–Regalos así aparecen una sola vez... y vos fuiste el de la suerte...
–Lo que pasa una vez, puede pasar dos.
–Siempre que la otra persona no sea yo...
–Tenés que tenerte fe –hizo una breve pausa–... ahora, a dormir. Mañana nos
espera un día de entrenamiento intensivo.
Luego de hablar con Finnick me sentía mejor. No importaba si realmente confiaba
en mí, o si eso era mentira, sólo importaba que alguien confiaba en mí. Cerré
los ojos y pensé en el ruido y movimiento del mar, pensaba en mi casa, y
concilié el sueño.
Al otro día, en el campo de entrenamiento, iniciamos con los tridentes. Luego
intentamos dominar los cuchillos y demás. No fue muy complicado, pero costaba
un poco más que el tridente.
Todos los días fueron parecidos. Con James, luego de tanto tiempo de convivir,
nos habíamos hecho muy amigos.
Por las tardes, James era mi mejor compañía, hablábamos de cualquier cosa. Se
había vuelto mi amigo, lamenté demasiado no haberlo conocido antes. Ahora, los
días estaban contados, uno de los dos, o ambos moriríamos. Por las noches,
cuando no podía dormir o dejar de llorar, quien me acompañaba era Finnick, No
sé por qué, pero encontraba en él la comodidad que necesitaba para estar bien.
Créase o no, en esos días conseguí la confianza necesaria.
Los días eran monótonos. Desayuno, entrenamiento, almuerzo, más entrenamiento, y
cena.
La mayoría de los recuerdos que poseo de ese momento son demasiado
borrosos. Sé que aprobé la evaluación final, y de un momento a otro estaba en
la Cornucopia.
Iniciaron los septuagésimos Juegos del Hambre, estaba casi sola. Mi
única alianza era James.
Recorrimos la arena juntos, pero no duró mucho. Al cabo de unos pocos días, fui
testigo de cómo uno de los tributos lo decapitaba.
Estábamos caminando cuando escuchamos el correr del agua, fuimos a investigar y
James me pidió que me escondiera mientras él se fijaba de dónde provenía. Quise
acompañarlo, pero siguió insistiendo en que me quedara. Cuando salió del
escondite, al cabo de un rato, un tributo salió de los arbustos y empezaron a
pelear. La batalla duró poco. Casi al instante, el tributo agarro su espada, lo
decapitó y salió corriendo. Salí de mi escondite y me abalancé sobre su frío
cuerpo.
-¡Por favor! ¡Por favor! ¡James, no me dejes ahora! ¡Por favor! -comencé a
gritarle- ¡James! No sé qué hacer acá, por favor James.
Todo grito fue inútil. Él ya estaba muerto al momento en el que me abalancé
sobre él.
Cañonazo, el más doloroso.
El resto de los juegos es un borrón en mi mente. Sólo recuerdo esconderme y
escapar. No escuché muchos cañonazos luego del que se llevó a James.
Una noche, un temblor me despertó, y casi automáticamente la arena empezó a
inundarse. Hice lo que mejor me salía, nadar. Escuchaba cañonazos a medida que
el agua subía, pero yo seguía nadando. Fui la única sobreviviente y ese fue el
fin de los septuagésimos Juegos del Hambre.
Recuerdo que en la entrevista, lo primero que hice fue dedicar mi triunfo a
James.
Cuando volví a mi distrito, la gente decía que estaba loca, sólo porque en vez
de estar feliz, lloraba, pero no importaba.
Fui a vivir a la Aldea de los Vencedores, no era como mi hogar, pero no era
nada a lo que uno no se pueda acostumbrar. Las primeras noches amanecía
gritando, las pesadillas eran incontrolables. Luego de unas semanas, hice lo
único que creí necesario, fui a hablar con Finnick.
–Te escuchaba –respondió–. Sólo que no tenía ningún modo de ayudarte.
–¿También tuviste pesadillas al volver de la arena?
–No, pero no viví algo tan feo como lo que te tocó ver.
–¿Te puedo contar un secreto?
–Sí, lo que quieras.
–Mientras estábamos en el centro de entrenamiento, y no podía dormir, vos
venías a hablarme... ¿te acordás? –asintió– .Eso me hacía sentir bien,
tranquila.
No sé por qué se lo dije, sólo me salió decirlo.
–Si no te molesta, podríamos repetirlo hasta que recuperes la fuerza para
mantenerte en calma. Sólo si no te molesta.
–No me molesta.
–Entonces, ¿paso por tu casa y me quedo hasta que te duermas?
–Sí, si querés. Pero si se hace tarde, podés quedarte, no me molesta.
Esa noche, por primera vez, Finnick vino a mi casa, y coincidió con mi primera
noche tranquila luego de los juegos. Por la mañana noté que se había ido y
decidí ir a agradecerle por lo que hizo.
Luego de ese momento nos hicimos muy cercanos. En parte fue mi forma de
agradecerle lo que estaba haciendo por mí.
Al año de mi llegada a la Aldea, hice una cena para Mags y Finnick. Una
parte fue para agradecerles todo lo que habían hecho por mí, tanto mientras
estaba en los juegos como cuando llegué acá, y la otra fue en nombre de James.
Ese año fue el primero que lo hicimos y lo repetimos por algunos años.
Ese primer año lo recuerdo muy bien. Luego de la cena, Finnick se quedó
y me ayudó a limpiar y ordenar.
–Gracias por la cena. –repitió.
–De nada. Se los debía.
–Me gusta como te queda ese vestido. Te ves más hermosa de lo habitual.
El calor subió hasta mis mejillas. ¿Finnick había dicho que era hermosa? Eso
era raro. Él nunca me lo había dicho.
–¿En serio crees que soy hermosa?
–La mujer más hermosa que pude haber conocido.
–¿Y todas esas mujeres que conoces en el capitolio? ¿Qué hay con ellas?
–Es una larga historia. Pero ninguna de ellas se compara con vos.
–Gracias.
–De nada –se acercó a mí–. Cambiando el tema, ¿las pesadillas y malos recuerdos
disminuyeron?
–Desde que empezamos a hacerlo, sólo tengo malos sueños cuando te vas al
Capitolio.
Se acercó a mí y me abrazó fuerte, pero delicadamente.
–Te amo, Annie. –susurró cerca de mi oreja.
¿Era eso cierto? ¿Era ese Finnick diciendo que me ama? Seguro mi mente me
jugaba una mala pasada. O seguro era de forma amistosa.
Mi teoría se vio refutada rápidamente cuando apartó la cara de mi cuello y
dirigió sus verdes ojos hacia los míos.
–Te amo más de lo que te podés imaginar.
Luego de eso, sin darme tiempo a responder, me besó. Sus labios eran cómodos y
se acoplaban con los míos perfectamente.
–Yo también Finnick. –dije cuando nos separamos, acomodándome en su pecho.
Así es como empezó mi historia con Finnick. A partir de ese día dejó de ser mi
amigo y pasó a ser mi novio.
–Quedate, por favor. –le pedí
–¿Por qué?
–Porque me gustaría que pases la noche conmigo.
Ese día está lleno de aniversarios. El primero, mi victoria en los Juegos. El
segundo, mi noviazgo con Finnick. El tercero, la primera vez que pasé la noche
con él.
Durante esos años, descubrí cosas sobre Finnick que nunca creí posibles. Sabía
que era admirado en el Capitolio por su belleza y por ser uno de los más jóvenes
en ganar, pero nunca creí que todo eso tendría un alto precio por el cual
pagar.
–Annie, ¿puedo confesarte algo? –dijo mientras veíamos el atardecer en la
playa.
Luego de eso, me contó cómo el Capitolio lo utilizaba y vendía su cuerpo a
cambio de secretos, y que por miedo nunca había confesado.
Cinco años pasaron del día de mis Juegos. Dolía ver año a año a los
jóvenes en la cosecha. Durante esos días, Finnick y Mags se iban a hacer su
trabajo como mentores con los tributos de nuestro distrito. Ese año era
especial. Septuagésimo quintos juegos del hambre, lo que significaba un
nuevo Vasallaje de los Veinticinco. Temía por lo que el Capitolio tenía
preparado. En el primero los habitantes de los distritos tuvieron que elegir a
sus tributos, y en el segundo se eligieron cuatro tributos por distrito, dando
como resultado cuarenta y ocho tributos. Este año, ¿quién sabía qué planes
tenía el Capitolio?
El presidente Snow apareció en la pantalla anunciando que en este Vasallaje,
todos los vencedores debían ser cosechados de nuevo. Luego de cinco años, volví
a llorar desconsoladamente. Esta vez, por primera vez, volví a sentir lo mismo
que sentí cuando vi que a James lo decapitaron; por primera vez, Finnick no
pudo calmarme y evitar que tenga pesadillas.
Mi sueño, o pesadilla mejor dicho, consistía en un lugar similar a
la arena de mis juegos, con la única diferencia de que Finnick estaba allí en
lugar de James. Caminábamos de la mano como si estuviéramos en la playa de
nuestro distrito. De la nada, aparece alguien y decapita a Finnick por la
espalda, quien cae muerto al suelo instantáneamente. Luego, llega James, y une
la cabeza de Finnick a su tronco, que se pega automáticamente; al instante
Finnick se levanta, y mira a James sonriente y ambos se vuelven hacia mí y, con
una sonrisa, me abrazan.
–Gracias por dedicarme tu triunfo, merecías seguir viva. Perdón por abandonarte
de esa forma, pero tuve que irme.
–Gracias por estar siempre para mí, por tu amistad, por tu amor. Lástima que no
pudimos formar una familia, ni casarnos, eso hubiese sido hermoso. Cuidate
mucho, y no te rindas. No te vendas por miedo como hice yo. Te amo, Annie,
nunca lo olvides. –me besó, y supe que era la última vez que lo haría.
Vuelven abrazarme y se alejan hablando entre ellos. James se da vuelta y me
dedica una última sonrisa.
–No te preocupes, ahora es mi turno de cuidarlo. Cuidate.
Finnick volteó y también me dedicó una sonrisa, de esas que sólo él sabía
dedicar, de esas sonrisas de costado que provocan que una se muera de amor.
–Te voy a vigilar desde allá arriba. No te portes mal. –guiñó el ojo.
–¡FINNICK! –-grité exaltada al despertar.
–¿Qué pasa Annie?
Al verlo al lado mío, lo primero que hice fue abrazarlo fuertemente. Las
lágrimas salieron rápidamente y rodaron por su cuello.
–Ey, ya pasó, ya pasó. Todo está bien, no hay de qué preocuparse. Ya está. Yo
estoy bien. Tranquila. Yo te protejo. Ya pasó.
Seguía llorando, pero estaba más tranquila. Finnick secó mis lágrimas mientras
preguntaba por mi sueño. No le conté todo, solo dije que recordé mis juegos...
Llegó la cosecha. Estaba mucho más nerviosa que la primera vez.
–Annie Cresta.
Otra vez mi nombre. Otra vez yo era la elegida.
“Me ofrezco de voluntaria como tributo.” Comentó Mags con señas a mis espaldas.
Abracé a Mags casi al borde de las lágrimas. Luego nombraron a Finnick y mi
mundo se derrumbó por completo.
Decirle adiós fue lo más doloroso que hice en estos últimos años. No dejaba de
llorar.
–Annie, no es el fin. Todo va a estar bien, lo prometo.
Lo besé una última vez y lo despedí.
Mientras él estaba en los juegos, yo estaba nerviosa, intranquila. No me
perdía nada de la transmisión. No dejaba de llorar.
Cuando Katniss destruyó la arena, me agarró pánico. La transmisión se cortó
automáticamente. Eso fue lo último que supe de Finnick.
Fue solo cuestión de días hasta que llegó gente del Capitolio que me llevó por
la fuerza. Fueron los peores días de mi vida; peores que los Juegos, peores que
los días posteriores a los mismos, peores que los que había vivido sin Finnick.
–Sabemos que sabés algo de lo que está pasando... ¿qué sabés sobre los
rebeldes? ¿Qué sabés de la rebelión? –exigieron saber a los gritos.
–Juro que no sé nada, en serio...
–¿Acaso no hablabas con Finnick Odair?
–Sí, es mi novio, pero ¿qué tiene que ver él con esto?
–Creemos que está involucrado en la misma.
–Yo no sé nada. Lo juro.
–¿Acaso el señor Odair tiene secretos para con su adorable y loca noviecita? –replicó
con una sonrisa malévola
Así era todos los días. Torturada para dar una información que no sabía.
Ni siquiera sabía que se había planeado una revolución, Finnick jamás lo había
mencionado. Estaba en una habitación blanca, sola, sin ventanas, con una puerta
y un reloj, a lo que se le suma que oía los gritos de los que, como yo, eran
torturados... en eso consistía la tortura también. Golpes, gritos,
electrochoques y lo más doloroso, los gritos del resto.
–¿Estás escuchando? ¿Esos gritos? ¿Sabés qué? Todo eso es tu culpa. Tú culpa.
¿Sabés por qué? Porque si vos hablaras a ellos los liberaríamos junto con vos.
Pero te quedás callada, y ellos siguen sufriendo, sentite culpable. Esto es tú
culpa. –dijeron infinidad de veces, a los gritos, hasta el cansancio.
Ya no quería escuchar nada, ni gritos, ni personas, nada. A veces deseaba
haberme ahogado en los Juegos. Otras veces deseaba que me maten.
Un día se escucharon más pasos de lo normal. Por un minuto pensé que por fin me
iban a matar por no ser útil. Al abrirse la puerta, busqué escondite en un
rincón de la habitación, cerré los ojos y me tapé las orejas con las manos.
–¡Rápido! ¡Hay que moverse! ¡Rápido!
–¿Qué es esto? –Dije destapándome los oídos
–Es un equipo de rescate. Venga con nosotros, rápido, mientras la transportamos
le explicaremos.
Los seguí, por los pasillos hasta un aerodeslizador similar a los usados por el
Capitolio. Allí me explicaron que estaban en medio de una rebelión, que el
Distrito 13 nunca dejó de existir y que estaba bajo tierra, y la mejor noticia
que pude haber recibido, Finnick estaba bien.
Una vez en el Distrito 13 me llevaron directamente con Finnick. Lo abracé,
había extrañado mucho el roce de su piel con la mía. Lo besé, ansiaba eso desde
que se fue por el vasallaje. Me hizo realmente feliz verlo con vida.
–Finnick, ¿sabías algo de todo esto?
–Sí, lo sabía. Mags también, por eso se ofreció como voluntaria. Fue mi
decisión no contarte. Tenía miedo que el Capitolio pudiera matarte por saberlo.
No quise involucrarte. Perdón.
–Fue horrible –comencé a llorar en su cuello–. Los gritos, las amenazas, todo
era mi culpa, electricidad, golpes, fue horrible.
–Ya pasó, ya pasó. Todo está bien, no hay de qué preocuparse. Ya está. Yo estoy
bien. Tranquila. Yo te protejo. Ya pasó. Pensá en casa, el Distrito 4, en sus
playas, en lo hermoso del atardecer cuando el sol besa el océano, en las
eternas tardes de pesca, en lo bello de la madrugada cuando el sol asoma cerca
de la aldea y en los anocheceres estrellados. Ya estamos a salvo.
Esas palabras me calmaron.
Durante las próximas semanas, cada vez que escuchaba gritos o ruidos, recordaba
mi tortura y tapaba mis orejas. Cada vez que eso pasaba, Finnick me repetía lo
mismo "Ya pasó, ya pasó. Todo está bien, no hay de qué preocuparse. Ya
está. Yo estoy bien. Tranquila. Yo te protejo. Ya pasó. Pensá en casa, el
Distrito 4, en sus playas, en lo hermoso del atardecer cuando el sol besa el
océano, en las eternas tardes de pesca, en lo bello de la madrugada cuando el
sol asoma cerca de la aldea y en los anocheceres estrellados. Ya estamos a
salvo."
En cuestión de semanas, Finnick me había ofrecido casamiento. Acepté muy
contenta.
–La vida me dio una segunda oportunidad para formar una familia. Y me alegra
demasiado que sigas siendo vos esa opción. No hubiese sido tan feliz si no
hubieras sido vos.
El casamiento fue organizado rápidamente, y al estilo típico del Distrito 4.
Todos bailando, y pasando un hermoso momento. La torta era preciosa decorada
con olas, delfines y plantas acuáticas. Cuando me enteré que la había hecho
Peeta, fui directamente a agradecerle y felicitarlo por lo que hizo.
A medida que los días pasaban, Finnick y yo íbamos juntos a todas partes, no
soltaba mi mano a menos que sea estrictamente necesario. Decía que ya me había
perdido una vez, y no quería hacerlo de nuevo.
Los días que pasaban eran cada vez más duros. Estábamos en medio de una
rebelión y Finnick quería participar. Yo estaba totalmente en contra, pero
finalmente llegamos a un acuerdo, ambos participaríamos. Él calificó para el
escuadrón principal y yo iba a ir más tarde, cuando todo esté casi terminado.
Semanas antes de que empiece el movimiento, me di cuenta de que estaba
embarazada. No le dije a Finnick porque estaba convencida de que si se
enteraba, iba a abandonar la misión, y yo lo veía tan feliz por eso que no
quería obstaculizarlo.
Fue a la batalla y dejé de tener noticias de él, nuevamente.
Pasaron muchas semanas hasta que fui al Capitolio, y fue en ese momento en el
que descubrí la peor noticia que existía en mi mundo. Finnick no estaba. Mi
mundo se derrumbó.
Al otro día fui a hablar con Katniss, necesitaba respuestas.
–¿Qué pasó con Finn?
–Lamentablemente murió. –dijo con los ojos llorosos.
Empecé a llorar y la abracé.
–¿Cómo? –pregunté–. ¿Cómo murió?
–Estábamos en un túnel y unas mutaciones de lagarto aparecieron y tratamos de
escapar, pero Finnick no lo consiguió, y lo decapitaron.
Si al ver que no estaba mi mundo se derrumbó, al saber cómo sucedió estaba
completamente desarmada. ¿Cómo era posible que alguien con sus
habilidades, que sobrevivió a dos Juegos del Hambre, haya muerto de esa
forma?
El sueño que había tenido cuando se anunció el vasallaje volvió a mi mente.
James y Finnick juntos, abrazados, diciéndome que me cuide y que me iban a
cuidar desde allá arriba. Mi llanto fue más fuerte. Necesitaba tranquilizarme,
pero él ya no estaba ahí para decirme "Ya pasó, ya pasó. Todo está bien,
no hay de qué preocuparse. Ya está. Yo estoy bien. Tranquila. Yo te protejo. Ya
pasó. Pensá en casa, el Distrito 4, en sus playas, en lo hermoso del atardecer
cuando el sol besa el océano, en las eternas tardes de pesca, en lo bello de la
madrugada cuando el sol asoma cerca de la aldea y en los anocheceres
estrellados. Ya estamos a salvo.", no estaba ahí para calmarme.
Katniss fue conmigo a la cocina por un poco de agua, mientras yo seguía
llorando.
–¿Pasa algo más? –quiso saber Katniss al verme tan desconsolada.
–Sí, estoy esperando un hijo de él, y no se lo había dicho.
–¿Por qué no lo hiciste?
–Porque temía que renuncie por ello. Ahora me arrepiento de haberlo hecho.
–¿Te espera alguien en tu casa?
–No. Finnick y Mags eran los únicos que tenía.
–Venite a nuestro Distrito. Así no te sentís sola. Y podríamos ayudarte con tu
hijo, sola va a ser más dificil.
–Lo voy a pensar. Gracias.
Pasaron siete años de ese momento. Siete años de
que nació nuestro hijo, Finnick. Siete años de que cambié de distrito. Lo que
me mantiene en pie son los ojos verdes de nuestro hijo, que son iguales a los
tuyos. Siete años, y aún contando, que te recuerdo y sueño con el día en el que
me digan que es mentira que moriste, que te escabulliste y volviste a buscarme.
Siete años extrañándote. Siete años sobreviendo. Siete años en los que cada vez
que veo los ojos de nuestro hijo te veo a vos. Siete años en los que agradezco
que nuestro hijo no vaya a pasar la misma situación que nosotros, que no sea
cosechado.
Fin.
Espero que les haya gustado, como ya saben, los comentarios SIEMPRE se agradecen, ya sean positivos o negativos. Me gustaría dedicarme a esto en algún futuro, y los comentarios negativos me ayudarían a mejorar :) Ya saben, si lo usan den créditos :)
Un beso a todos y gracias por leer! Hasta la próxima entrada!